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Conflictos y sociedad red: mapeando lógicas del poder contemporáneo (página 2)



Partes: 1, 2

 

En este texto
pretendemos abordar los conflictos
sociales propios de la sociedad
red a fin de
poder dar
cuenta de algunas lógicas de poder y dominación
emergentes en el contexto sociológico de la denominada
sociedad red. No es que pretendamos defender que el poder se
transforma irremisiblemente al amparo de una
transformación tecnológica global e inapelable.
Más bien, pretendemos bosquejar algunas de las
lógicas de poder que son propias de una sociedad
articulada alrededor plataformas de intercambio de la información, de la
comunicación y de la producción de sentido y que se expresan de
forma clara en conflictos que podemos denominar propios de la
sociedad red.

Como sabemos, el estudio de los conflictos constituye
uno de los campos más fructíferos, aunque
también discutidos, de las ciencias
sociales y uno de los campos privilegiados a la hora de
abordar el tema del poder. La visión negativa del conflicto,
anclada en la visión disfuncional y privativa del mismo,
ha dejado paso en los últimos años a perspectivas
que conciben el conflicto como la verdadera fuerza motriz
de lo social. Para muchos, el estudio del conflicto, sus
condiciones y formas de expresión, no es sólo un
campo más de estudio, sino que se convierte en el campo de
estudio privilegiado para la comprensión de los procesos de la
transformación social y de cambio social.
Es más, cada vez son más los autores que explican
precisamente lo social a través de sus conflictos,
entendiendo de este modo el conflicto como la auténtica
fuerza motriz de lo social y sus dinámicas constituyentes
y constitutivas. No es extraño, pues, que ante tantos
cambios, y ante las incertidumbres y lagunas que se ciernen sobre
las ciencias
sociales y sus modelos para
explicar dichos cambios, intentemos abordar la sociedad emergente
a partir de los conflictos que le son propios.

Para ello, primero, deberemos comprender más
detenidamente qué es aquello característico de la
sociedad emergente. En este sentido, propondremos el concepto de
sociedad red. Éste nos ayudará a abordar de un modo
analítico cuáles son los cambios y las
morfologías que son propias de las sociedades
socio-técnicas
actuales. Esta conceptualización primera nos
permitirá dar rienda suelta, posteriormente, a la pregunta
central de esta ponencia: ¿cómo se expresan los
conflictos en esta sociedad red?, ¿Qué conflictos
son específicos y propios de la sociedad emergente?
¿Qué consecuencias tiene esto para la
comprensión de las relaciones de poder actuales?
Está será la pregunta que nos permitirá
repasar un par de explicaciones que se nos antojan centrales para
comprender los cambios y dinámicas propias de la sociedad
actual. Dos sociólogos, Melucci y Castells, nos
ayudarán en este recorrido. Ambos darán cuenta del
cambio social actual a partir de los conflictos que se dan en una
sociedad sustentada sobre materialidades y medios
distintos. La lucha por la identidad
(individual y colectiva), así como la batalla por los
medios de producción y distribución de información y de
sentido, serán las piedras de toque para comprender la
emergencia y expresión de muchos conflictos
contemporáneos y para comprender la métrica y
expresión de las relaciones de poder actuales. Estos
elementos, además de dotarnos de herramientas
conceptuales para comprender conflictos de nuevo cuño, nos
aportarán claves necesarias también para comprender
las dinámicas y procesos que caracterizan la sociedad
(con y a través de sus tensiones) que entre
todos producimos y reproducimos día a
día.

Estos dos autores, además, nos darán
valiosas herramientas conceptuales. Ambos situarán la
dimensión central del conflicto social
contemporáneo en un espacio privilegiado para la psicología
social. Destacar la centralidad de la identidad así
como de la producción de sentido, individual y colectivo,
como para la comprensión y el estudio de los conflictos y
dinámicas sociales de una sociedad red, nos va a permitir
reforzar la idea de que la psicología social
tiene un importante papel a jugar en la explicación de las
formas de sociabilidad emergentes en las sociedades
contemporáneas, especialmente en todo aquello concerniente
a las relaciones de poder y sus consecuencias.

2. La sociedad red como escenario de
lo social.

"31 de diciembre de 1999. La población está a la espera del
nuevo milenio. La expectativa previa a las festividades convive
con un vago malestar por la amenaza del Y2K, "el virus del
milenio", esa pequeñísima falla en los programas
informáticos que puede hacer colapsar los sistemas. Pero
no parece haber peligro: en los países más
desarrollados, las grandes corporaciones han invertido fortunas
para asegurarse el buen funcionamiento de sus computadoras. El primer lugar en llegar el 1 de
enero sobre el planeta es la República de las Islas
Marshall, cerca de la línea Internacional de Fecha en
medio del océano. Las cámaras televisivas que
transmiten para el mundo desde su capital,
Majuro, registran primero los fuegos artificiales que dan
inicio a los festejos, luego un apagón masivo de
electricidad
y, posteriormente, un avión que se estrella contra la
oscura pista de aterrizaje. A partir de allí, los medios de
comunicación no dejan de transmitir desastres
alrededor del mundo. Diferentes ciudades en Siberia, Rusia,
China,
Japón, Australia, Europa,
Brasil,
México, y finalmente, Estados Unidos
sufren apagones masivos, incendios,
falta de agua, de
teléfono, de comunicaciones en general. Las redes técnicas se
colapsan. Los aviones caen como moscas, los transportes
subterráneos se paralizan, los trenes chocan.
Inevitablemente, los sistemas bancarios se desmoronan y las
bolsas financieras enloquecen. Todo ello se acompaña de
motines, asesinatos, suicidios y formaciones de hordas de
fanáticos religiosos. El virus del milenio ha comenzado
a actuar.

"Y2K. Efecto 2000" es una novela de
ciencia
ficción de Mark Joseph sobre un posible Apocalipsis a
escala global que
en cuestión de horas y minutos, podríamos vivir de
imposibilitarse o marchitarse la circulación –en
este caso por culpa de un virus
informático- de la sangre que riega,
hoy en día, las venas de la humanidad: la
información. A pesar de que dicho fenómeno en
términos técnicos es discutible, nos permite poner
sobre la mesa una de las realidades más contundentes y
características de nuestro presente. La información
y la comunicación alimentan nuestras sociedades
y nos conecta constantemente. Nuestras sociedades se caracterizan
porque habitan y moran en estos espacios y dispositivos
tecnológicos centrados en el intercambio,
producción y organización de la información. Sin
lugar casi para el aislamiento, cada vez más, compartimos,
viajamos, nos movemos o nos enamoramos a la velocidad de
la luz. Estas redes
son las responsables, como dice el poeta César Vallejo, de
que nunca antes, tan de cerca, arremetiera lo lejano.

Dichos dispositivos fomentan la transformación de
multitud de formas de vida y organización. Los sistemas
económicos, políticos, sociales y culturales pasan
cada vez más por estas redes. Adoptando con ello no
sólo su morfología
sino también sus propiedades. Nos encontramos con organizaciones
sociales que tienden cada vez más a la flexibilidad, la
ubicuidad, la instantaneidad y la globalidad (2),
etc.

Internet, en este sentido, es la herramienta
tecnológica y social que evidencia de un modo más
palmario dicha transformación.

"Internet es el
corazón
de un nuevo paradigma
sociotécnico que constituye en realidad la base material
de nuestras vidas y de nuestras formas de relación, de
trabajo y de
comunicación. Lo que hace Internet es procesar la
virtualidad y transformarla en nuestra realidad, constituyendo
la sociedad red, que es la sociedad en que vivimos" (Castells,
2001,
).

Pero, ¿qué es la sociedad red?
Según Castells es una sociedad cuya estructura
social está construida en torno a redes de
información a partir de la tecnología
de información microelectrónica estructurada en
Internet. Frente a una organización socio-económica
basada en las relaciones de materia y
energía, la sociedad red, se sustenta en la
información y el
conocimiento. La información deviene la moneda de
cambio en las relaciones que constituyen la sociedad.

Del mismo modo que la época industrial fue
presentada como una revolución
por los cambios sociotécnicos que introducía en la
morfología social, y la factoría fue vista como la
forma organizativa de nuestras sociedades, hoy nos encontramos
ante una nueva revolución en la que las redes
telemáticas aparecen como su figura protagonista y la
transmisión, gestión
y tratamiento de la información como su actividad
principal. Un retrato del presente, que sin duda, destaca el rol
que han adquirido las famosas tecnologías de la
información y la comunicación en nuestras
sociedades. De hecho, encontramos propuestas que nos plantean
Internet como el nuevo paradigma sociotécnico que sustenta
y constituye la base material de nuestras vidas, trabajos,
relaciones sociales y comunicaciones.

Nuestro devenir, personal y
colectivo, cada vez más se da a través y en los
nuevos dispositivos tecnológicos informacionales y
comunicacionales conectados en red. Estos son elementos cruciales
para comprender las mutaciones y cambios que viven nuestras
sociedades y son responsables, en buena parte, de los cambios de
tipología, morfología y cartografía de nuestras comunidades,
vínculos, hábitos y prácticas sociales.
Nuestra vida, también nuestros sueños,
infraestructuras, servicios e
instituciones,
mutan hacia estas redes informacionales, viajando hacia un
conjunto creciente de interacciones mediadas
tecnológicamente.

La red, como metáfora y figura que da
inteligibilidad a lo que nos rodea, aparece cada vez más
en nuestro vocabulario y realidad cotidiana. Sin embargo, no se
trata de un figura nueva. Lo que es nuevo es su ubicuidad y
centralidad para dar cuenta de la realidad actual. Lo que es
nuevo es su materialización y el haberse convertido en la
métrica de un nuevo mundo:

"Esta configuración topológica, la red,
puede ahora implementarse materialmente, en todo tipo de
procesos y organizaciones, a través de las accesibles
tecnologías informáticas" (Castells, 1997:
61).

La ubicuidad y centralidad de la red, como la
centralidad de los dispositivos tecnológicos actuales, y
sus consecuencias sociales y organizativas, es lo que ha llevado
a Manuel Castells a caracterizar, de un modo genérico, a
la sociedad que emerge de dichas transformaciones, con este
epígrafe de sociedad red.

Las redes, hoy en día, modifican la geografía (Kirsch,
1995), la cotidianidad (Woolgar, 2002), la pragmática de
nuestras relaciones (Poster, 1990, 1995). La
digitalización y virtualización de nuestros
vínculos y saberes es un hecho, un hecho que tiene
profundas consecuencias para las formas de organización y
articulación de la sociedad (Lévy, 1995,
1998).

Mientras discutimos sobre la bondad o la maldad de
dichos cambios, asustados o esperanzados por igual, nuestras
vidas saltan de una red a otra, se conectan
y viajan a la velocidad de la luz, incluyéndose en redes
que prolongan nuestra localidad hacia una globalidad planetaria,
sin parangón, o que permiten replegar en nuestro foro más íntimo, en
nuestra cotidianeidad más local, la inmensa, y en otros
tiempos inabarcable, globalidad.

En este sentido, valdría la pena preguntarse por
los efectos que dichos cambios pueden tener en procesos sociales
específicos. Y esto es lo que haremos en esta ponencia.
Como ya hemos anticipado, nos interesaremos
específicamente por la incidencia que tiene esta nueva
configuración socio-técnica que denominamos
sociedad-red en los conflictos sociales actuales, asumiendo la
centralidad que éstos pueden tener para la
comprensión de las lógicas de poder propias de esta
sociedad en transformación.

Estamos convencidos, como consecuencia del cambio de
elementos que definen y dan forma a las sociedades actuales, que
las principales lógicas y condiciones que explican la
emergencia de determinadas estratificaciones, de determinadas
problemáticas y relaciones, también se ven
modificadas actualmente. Y estamos convencidos, también,
de las consecuencias que esto tiene para el quehacer de las
ciencias sociales, pues obliga a tener que encontrar la fuente y
comprensión de las dinámicas actuales en elementos,
lógicas y actores sociales de algún modo nuevos y
distintos. Ofreciendo, de este modo, nuevos mecanismos de
análisis, comprensión e incluso
transformación de las principales dinámicas
actuales.

3. Sociedad red y
transformación social: las apuestas de Melucci y
Castells.

Como ya hemos anunciado anteriormente, hay autores que
sustentan que podemos afirmar que las claves para comprender las
dinámicas sociales se transforman en la denominada
sociedad red. Es decir, se afirma que el poder que la
información y la comunicación tienen en nuestras
sociedades, así como la constante interconexión e
interdependencia global en que viven nuestras sociedades, hace
que emerjan y en muchos casos se transformen las lógicas y
las dimensiones propias de lo social. Entre ellas, lo que
entendemos como conflictos sociales y lo que entendemos como
relaciones de poder. Pero para que esta afirmación tenga
validez y contenido, probablemente, debe ir acompañada de
herramientas conceptuales que nos permitan descifrar, comprender
y analizar las problemáticas sociales derivadas de las
nuevas dinámicas sociales. Y esto requiere un profundo
ejercicio de reflexión y de renovación. Sin
conceptos renovados, corremos el peligro de perder elementos de
análisis y, probablemente, de caer en una miopía y
una rigidez que nos imposibilite comprender y tomar decisiones
acordes a los cambios y retos que plantean las sociedades
contemporáneas.

A pesar de que muchos otros autores postulan que no hay
nada propiamente específico en muchos de los conflictos
contemporáneos, en esta sección, intentaremos
ofrecer perspectivas que nos permitan entender justamente lo
contrario.

Autores, como por ejemplo Callinicos (3), nos
dicen que las desigualdades de base, los actores y antagonismos
que caracterizan la lucha y el conflicto social, no se
verían modificados de raíz por el supuesto cambio
social por el que abogan otros autores. Más bien, nos
dicen, lo que encontramos es una radicalización, o a lo
sumo una expresión actualizada, de tensiones y
desigualdades presentes ya en nuestras sociedades, que se ven
acrecentadas si cabe por los cambios y dinámicas propias
de las sociedades altamente tecnológicas.

Sin embargo, las aproximaciones analíticas a las
sociedades contemporáneas no sólo sostienen que la
información se ha convertido en el protagonista de la
mayor parte de los procesos sociales, económicos y
culturales, sino que esto supone la emergencia de una serie de
conflictos que le son propios y que no encontrábamos en
las sociedades industriales.

No obstante, convendría aclarar también
qué es aquello que consideramos propio, en tanto que
conflicto, de la sociedad red. Muchos consideran propios de la
sociedad de la información todos aquellos conflictos
derivados del uso o acceso a los medios tecnológicos de
dicho sociedad. Por ejemplo, el acceso o no a Internet, con el
problema de la denominada brecha digital a la cabeza (Compaine,
2001), constituye uno de los temas de discusión más
característicos y acuciantes en el ámbito de los
conflictos sociales y las relaciones de poder. Ya sea por una
cuestión de acceso a los recursos
tecnológicos, por ejemplo cuando se estudia la equidad de
acceso a la red o la cantidad de ordenadores por alumno que hay
en la escuela
pública, o por una cuestión de capacitación social de los miembros de
determinados colectivos para manejar dichas herramientas, en
términos de alfabetización digital de personas o
colectivos con riesgo de
exclusión
social, la definición del conflicto social propio de
la sociedad de la información a menudo es caracterizada
sólo en términos de las dificultades de
articulación de la sociedad en general con los medios
tecnológicos que son propios de la sociedad de la
información. Estas visiones nos ponen delante expresiones
de conflictos importantes de nuestro tiempo,
sobretodo por su originalidad y novedad, pero a menudo corren el
peligro de circunscribir la definición de los conflictos
propios de la sociedad actual a cuestiones de orden más
bien técnico y superficial, olvidándose por tanto
de mostrar otras expresiones de conflictos actuales, que aunque
no sean tan evidentes, nos permiten bucear en razones de corte
más general que permiten comprender mejor la radicalidad
del cambio social contemporáneo y su expresión en
los conflictos actuales.

Daniel Bell (1986) sostiene, por ejemplo, que los
conflictos propios de lo que el denomina de la sociedad
post-industrial, giran en torno al conocimiento
técnico-científico. La relevancia que adquiere el
tratamiento y gestión de la información en la
optimización de los colectivos humanos –en el campo
del management- en los procesos de innovación
tecnológica e incluso en la deliberación
política,
convierte a los profesionales de cuello blanco en una nueva
clase de
"decididores". Esta centralidad del conocimiento, sus
producción y distribución, constituye pues la
lógica
que sustenta, alimenta y explica buena parte de los conflictos
que aparecen en dicha sociedad postindustrial, y que explican
también la propia dinámica interna de dicha sociedad. Dos
autores, Castells y Melucci, herederos de esta perspectiva,
llevan hasta nuestros días estas interpretaciones para
decirnos que lo nuevo en los conflictos sociales actuales tiene
que ver con este cambio de lógica, con este cambio
profundo que afecta a las condiciones mismas de y para lo social
que caracterizan a la sociedad red. Es a través de estas
condiciones de posibilidad que podemos dar cuenta de los
conflictos actuales y sus expresiones más concretas, y es
a través de estos que comprenderemos mejor las
dinámicas y tensiones sociales que caracterizan la
sociedad red.

Por esto hemos escogido a estos dos autores para que nos
ofrezcan esta mirada integrada, holística y reflexiva
sobre los conflictos contemporáneos y su sentido en la
sociedad red. Vayamos a ver sus propuestas con más
detalle.

3.1. La sociedad planetaria y la lucha por el
sentido: la propuesta de Alberto Melucci.

En línea con lo que hemos dicho hasta ahora,
Melucci sostiene que en las sociedades altamente diferenciadas,
en las que la información es su máximo recurso, las
lógicas de dominación y de poder se transforman
profundamente. Se transforman hasta el punto de cambiar las
reglas del juego sobre
las que se asientan nuestras dinámicas sociales y nuestras
prácticas más cotidianas. Este cambio de
lógica, este operar diferente, tiene, como no podía
ser de otra manera, consecuencias muy profundas para la lectura y
comprensión de las desigualdades y problemáticas
propias de dichas sociedades. Es decir, los conflictos y las
problemáticas se transforman al son que marcan los
tiempos, y asumiendo las formas y lenguajes que adoptan las
nuevas dinámicas sociales.

Sin duda, Melucci ha sido uno de los autores que
más ha contribuido a renovar las perspectivas de
análisis y comprensión de las dinámicas
sociales y psicológicas que caracterizan lo que él
denomina las sociedades planetarias. Interesado sobretodo en las
formas y sentido de la acción
colectiva y de los procesos de cambio social, su
aportación teórica nos permite abordar de manera
original la pregunta por la influencia de la información y
la comunicación en la emergencia de conflictos y
problemáticas sociales nuevas.

Para este autor, uno de los elementos conceptuales y
empíricos que nos permiten sostener la hipótesis del cambio de época tiene
que ver con los recursos que produce la sociedad
contemporánea. Hoy en día, nos dice, la
información se está convirtiendo en el recurso
más importante. La información, pues, es un recurso
fundamental para nuestras sociedades hasta el punto de convertir
en recursos instrumentales al resto de elementos o recursos (por
ejemplo, el
dinero).

"Más bien, la manipulación de la
información (su producción, distribución,
decodificación y control) en
un contexto de experiencia de <> deviene ahora el recurso
fundamental con respecto al cual todos los demás son
instrumentales.(Casquette, en Melucci 2001: 16 )

Así pues, desde un punto de vista más o
menos estructural, la información se convierte en la
fuente fundamental de la productividad y
del poder. La información, su circulación y
producción, podemos decir deviene tan importante para
nuestras sociedades que podemos considerarlo el vínculo
social mismo.

"Nuestra existencia […] es creada por la
información y depende de ella. Para alimentarnos
consumimos símbolos, para amarnos y reproducirnos
recurrimos al consejo de expertos, para desear y soñar
utilizamos el lenguaje
proporcionado por los medios de
comunicación. Incluso la amenaza de guerra
nuclear, la misma subsistencia de nuestro planeta, depende del
control de información. Una sociedad que utiliza la
información como su recurso principal altera la estructura
constitutiva de la experiencia (Melucci, 1996b: 1).

Así pues, como es de suponer, la centralidad de
la información para la vida social y para la
caracterización de las sociedades actuales, tiene
profundas consecuencias también para la comprensión
y análisis de los conflictos y problemas que
dicha sociedad produce.

La base de los conflictos sociales actuales, para este
autor, no debemos encontrarla, al menos no como antes, en
problemáticas concernientes a la repartición de la
riqueza o al acceso de los bienes
materiales, o
incluso en el acceso y dominio de los
medios de producción (esta era por ejemplo la lectura
estructural de la desigualdad que hacía el marxismo). No
hay que buscar las claves del conflicto y los problemas
sociales en grupos
antagónicos, o en grandes actores históricos
luchando por intereses contrapuestos. Para este autor, la clave
para comprender los conflictos y problemáticas que
caracterizan las sociedades contemporáneas reside en los
órdenes simbólicos, en las formas del decir y
organizar el sentido. Reside en la propia información como
materia
prima.

Dada la centralidad de la información para las
sociedades actuales, no es extraño, nos dice el autor, que
nos encontremos con que la mayoría de conflictos y
problemas sociales contemporáneos emerjan precisamente en
aquellas áreas del sistema que
resultan cruciales para la producción de
información y de recursos simbólicos.

"La cuestión del sentido, de la
significación y de las vías gracias a las que se
construye el sentido de la acción individual y
colectiva, se convierte, pues, en una cuestión de
capital importancia" (Melucci, 2001: 67-68).

Así pues, para dicho autor, el acceso al
significado y a la información se convierte en el campo
para nuevas formas de poder y de conflicto. Lo importante a
resaltar de la hipótesis de
Melucci es que dicha lucha no es sólo una lucha en
términos de contenidos e informaciones, tal y como
habitualmente lo entendemos. No es una lucha en esos
términos. Las luchas más importantes, nos dice, se
brindan en los mismos códigos y lenguajes que organizan la
información y su sentido, en los valores y
significados que dicha información adquiere. Es decir, el
poder y el control de las sociedades actuales, hoy en día,
reside en las formas del decir mismo.

"El control de la producción, la
acumulación y la circulación de un recurso de
este tipo depende en gran medida del control de los
códigos u organizadores, esto es, de los lenguajes que
dan forma, tamaño y significado a este recurso. […]
(Melucci, 2001: 67)

Este control es pues el campo de lucha y de batalla, la
verdadera raíz del poder contemporáneo y de
estructuración de la vida social. De aquí,
precisamente, arranca todo conflicto o problemática
surgida de la sociedad informacional. Y arranca por la
desigualdad con la que accedemos a dichos dispositivos de
producción o definición de la vida social,
individual y colectiva.

"Este control no está distribuido de forma
igualitaria, como bien sabemos. El acceso al conocimiento, es
decir, a este tipo de código, está configurando las
nuevas formas de las estructuras
de poder, y está asimismo dando paso a nuevos tipos de
discriminación y de conflicto" (Melucci,
2001: 67).

Y esto atañe tanto a grupos
sociales como a individuos. Los recursos que tenemos para
decidir, elegir y determinar nuestro sentido, puesto que tenemos
acceso a cantidades ingentes de información y a
innumerables posibilidades de comunicación activa,
desbordan con mucho lo que en otras épocas era posible.
Pero eso mismo es lo que es regulado por las formas de poder y
dominación actuales. El poder se ejerce, hoy en
día, sobre esos decires y formas de
definición del mundo, sobre la información y su
valor, sobre
el conocimiento y las formas de organizar el sentido. Esto hace
que el acceso igualitario a los códigos, a los medios para
operar y trabajar con y sobre la información, o lo que es
lo mismo, a los recursos que permiten definir identidades e
individualidades, se convierta en una de las reivindicaciones,
necesidades y luchas sociales más importantes de nuestro
presente.

Así pues, este autor caracteriza los conflictos
sociales actuales en términos sistémicos, como
desajustes o tensiones que se producen en las sociedades
altamente diferenciadas; donde, por un lado, se socializan las
capacidades para definir y nombrar el mundo, dotando a los
colectivos e individuos de una gran autonomía; y por el
otro, se instauran procesos de integración y control centrados en la
dominación sobre las formas de organizar y
lenguajear estos mundos. Todo esto hace que el principal
campo de batalla sea la superficie misma sobre la que se
encuentran ambas dinámicas: la identidad, ya sea
individual o colectiva. La lucha por la elección, por dar
sentido, por la autonomía en la elección de los
significados, valores o
visiones del mundo, es una de las luchas que caracterizan a las
sociedades actuales. De hecho, la mayoría de
problemáticas sociales vinculadas a una sociedad de la
información vienen por la distribución desigual de
estos recursos de definición y apropiación de los
códigos comunicativos e informacionales que dominan la
vida social.

Así, para este autor, un análisis renovado
de la desigualdad implica ver la asimetría con la que se
reparten a escala planetaria los recursos y el potencial para la
definición del sentido, para la apropiación de los
significados.

Melucci, nos habla de proceso de
individualización para hablar de esta apropiación
del sentido. Este proceso, característico de la modernidad
alcanza su cenit en la sociedad de la información.
Ésta es una sociedad basada en identidades electivas, en
proyectos que
acentúan el carácter autónomo y voluntario de
nuestras formas de convivencia y de pensamiento.
En este contexto, para él la pregunta central es:
¿Quién puede erigirse hoy en sujeto autónomo
de acción?

"La convicción de que la distribución
desigual entre individuos y grupos de las oportunidades para
constituirse en sujetos autónomos de acción es el
dato "estructural" novedoso, el nuevo desequilibrio "de clase"
de nuestro tiempo (Melucci 1996b: 51)

Este proceso de diferenciación constante
contrasta profundamente con las necesidades de integración
interna que tienen las sociedades actuales. Sin este esfuerzo de
control e integración difícilmente podrían
sobrevivir. Dicha integración mínima se consigue
mediante regímenes de control que gestionan precisamente
la información y sus códigos. Regímenes
simbólicos.

Para este autor, pues, los principales conflictos y
lógicas que caracterizan las dinámicas sociales, y
las luchas culturales actuales, derivan de la tensión
entre la creciente potencialidad de autonomización
individual y de la creciente intervención de las formas de
poder en los mecanismos mismos de apropiación del
significado.

El propio autor nos pone un ejemplo de qué
consecuencias pueden extraerse de esta distribución
desigual en relación a los recursos básicos sobre
los que se estructura el mundo actual:

"Ser asediado por cantidades enormes de
información, pero simultáneamente estar privado
del acceso a los códigos y lenguajes con que organizarla
de modo significativo y, así, hacerla operativa, supone
hoy estar condenado a ocupar una posición social
subordinada" (Melucci en Casquette, 2001: 16)

Pero, ¿qué conflictos y problemas emergen?
¿Dónde? ¿Cómo identificarlos? En las
sociedades altamente complejas como las nuestras no es
fácil localizar sus problemas y conflictos, no sólo
por la densidad de los
flujos de información que la recorren sino también
porque los centro de poder acostumbran a ser cada vez más
móviles y "descabezados". Se trata de un ejercicio
difícil y muy variable, lo cual hace que la
identificación de los actores y conflictos centrales de
dichas sociedades sea una tarea especialmente complicada. No es
que no sea posible, pero, según Melucci, si que es
complejo abordar dichas lógicas de dominación o
exclusión.

En este sentido, parte del reto que tenemos actualmente
es conseguir entender qué lógica de
dominación y exclusión caracteriza nuestras
sociedades en la complejidad actual, donde actores y
ámbitos implicados en el conflicto varían
constantemente, donde los lenguajes y formas de dominación
parecen también mutar con facilidad, donde no hay centro o
estructuras claras que permitan saber quién, dónde
o por qué.

Los movimientos sociales, por ejemplo, nos han ayudado a
ver el sentido de los conflictos y luchas contemporáneas.
Su novedad, en palabras del pensador italiano, radica
precisamente en su capacidad para hacer visibles y para nombrar
los dilemas fundamentales de nuestras sociedades. Hoy en
día, constantemente:

"Surgen demandas que tienen que ver con el nacimiento
y la muerte,
la salud y la
enfermedad y que se centran en la relación con la
Naturaleza,
la identidad sexual, los recursos comunicativos y la profunda
estructura biológica y afectiva de la conducta
individual" (Melucci, 1996:101).

Las formas de acción colectiva
contemporáneas muestran, a pesar de su divergencia y de la
multitud de luchas que encontramos, cierta lógica
común. Son luchas y protestas centradas en la
formación y defensa de identidades, en la reacción
ante determinadas formas de conformidad o homogeneización,
que destacan sobre de todo por el derecho a la cotidianidad y por
la defensa de valores culturales y simbólicos
propios.

"En estas áreas, la intervención a
través de aparatos de control y la manipulación
están en aumento, provocando, sin embargo, una
manifiesta y amplia reacción contra la definición
heterónoma de la identidad; surgen demandas de
reapropiación a través de las cuales los
individuos reclaman la vuelta de su derecho a ser ellos mismos"
(Melucci, 1996: 101).

Como él mismo dice, las nuevas formas de
exclusión:

"Se encuentran presentes […] en función
de la disparidad en el acceso a los medios con los que se puede
definir el sentido de la acción, se puede construir la
identidad individual y colectiva o se pueden salvaguardar las
raíces de la cultura de
origen. Aquellos que son excluidos, por tanto, están
ciertamente casi siempre desposeídos de los recursos
materiales, pero aún más de su capacidad para ser
personas, es decir, sujetos autónomos de su propia
acción" (Melucci,, 2001: 54).

Todas estas luchas, según Melucci, escenifican,
expresan, una respuesta a las lógicas de dominación
características de la sociedad de la información.
Por lo tanto, hacen visibles sus dilemas y conflictos más
característicos.

Como nos dice, la acción colectiva actual
actúa como una respuesta al problema del individuo en
las sociedades postindustriales, el verdadero problema al que se
enfrentan nuestras sociedades, el conflicto central sobre el que
gira la sociedad. Estas formas de acción colectiva
proporcionan recursos simbólicos que permiten aumentar el
potencial de "individuación", favoreciendo la
autonomía, la autodefinición, la posibilidad del
meta-conocimiento y la
meta-comunicación y dar respuesta así a las
fuerzas de conformidad e integración asfixiante que
subyacen a un modelo
informacional global. Los movimientos sociales actuarían
como fuerzas que resisten las presiones sistémicas que
empujan hacia la conformidad, y reivindicarían nuevos
espacios de autorrealización y construcción de significados que los
implicados en la misma pudiesen considerar propios.

Así, Melucci entiende los movimientos sociales
como generadores de códigos culturales alternativos a los
dominantes, como un recurso fundamental para la
construcción de identidades, especialmente de lo que
denomina "identidad colectiva" y como expresión
privilegiada de las lógicas en conflicto en nuestra
sociedad. Las formas de acción colectiva muestran que la
lucha por la identidad, el significado y lo cotidiano es central
en la sociedad de la información. Muestran que el acceso y
distribución de los recursos de diferenciación y
definición de los sentidos y
significados, y de los conocimientos y formas de definir el
mundo, son cruciales para comprender las problemáticas y
conflictos contemporáneos. Así pues, las nuevas
formas de exclusión y marginalidad, las
condiciones para nuevos conflictos sociales, según
Melucci, hay que buscarlas en el nuevo orden de desigualdades
basado en la distribución desigual de los recursos
más típicos de la sociedad de la
información, hay que entenderlas a partir de las luchas
por la identidad individual y colectiva que libran las formas de
acción colectiva.

Así pues, de las condiciones informacionales que
sustentan nuestras sociedades se derivan formas de
exclusión vinculadas a las formas de control que se ejerce
en nuestras sociedades sobre las formas del decir y sobre lo
simbólico, y que producen conflictos con lógicas y
expresiones propios de dichas condiciones y formas de control y
exclusión. Estos conflictos se manifiestan de un modo
privilegiado en las crecientes luchas por la identidad que libran
formas de acción colectiva muy distintas, concentradas en
reivindicar la capacidad para elegir y determinar uno mismo sus
propios sentidos y significados (individual o
colectivamente).

Este sería, siguiendo a Melucci, uno de los
planos privilegiados en los que tenemos que mirar para comprender
las formas de poder, y por lo tanto de exclusión y de
marginalidad, características de nuestras sociedades. Sin
duda, su aportación brinda nuevos impulsos, lógicas
y conceptos para trabajar las expresiones de los conflictos
más actuales, y para comprender parte del intrincado
proceso que caracteriza a las sociedades emergentes.

3.2. El poder de la identidad: la apuesta de Manuel
Castells.

Manuel Castells, en su reciente reedición del
segundo volumen de su
trilogía, la Era de la información, nos
alerta de que en un mundo globalizado como el nuestro, la gente
se aferra a su identidad como fuente de sentido de sus vidas.
Así lo demuestran las luchas contemporáneas, los
movimientos sociales y los datos que recoge
y analiza en su obra. Para ese autor, dicho acervo expresa los
conflictos sociales que configuran el mapa dramático de
una humanidad convulsionada, conflictos que como en el caso de
Melucci, remiten casi siempre a la defensa de identidades
agredidas (Castells, 1997).

En su trilogía, Castells constata que la
revolución de las tecnologías de la
información y la reestructuración del capitalismo
han inducido una nueva forma de sociedad, la sociedad red. Esta
sociedad red se caracteriza por la
globalización de las actividades económicas
decisivas, por su organización en redes, por la
flexibilidad e inestabilidad del trabajo y su
individualización, por una cultura de la "virtualidad
real" y por la transformación de los cimientos materiales
de la vida, el espacio y el tiempo mediante la constitución de un espacio de flujos y de
un tiempo atemporal. En todo ello, la información tiene un
peso central.

Frente a esta globalidad de la sociedad red, frente a
estas dinámicas, Castells detecta una reacción
concentrada en torno a una vindicación de la identidad. Se
trata de la contraposición de la singularidad cultural, la
individualidad personal y el control de la vida propia frente a
esa tendencia red. Sin duda, dos tendencias contrapuestas que
ayudan a definir la complejidad de las sociedades actuales y que
nos dan claves, como en el caso de Melucci, para comprender la
expresión de los conflictos sociales
contemporáneos.

Expresión de ello son el gran numero de
movimientos sociales propios de nuestra época y que
Castells clasifica en dos grupos: aquellos que son proactivos,
que pretenden transformar las relaciones
humanas en su nivel más fundamental (feminismo,
ecologismo); y aquellos que son reactivos, que construyen
trincheras de resistencia en
nombre de Dios, la nación,
la etnia,
la familia o
la localidad. El estudio de todos estos movimientos, pone de
manifiesto la cualidad diferenciada que hay en los conflictos
sociales contemporáneos.

También aquí los movimientos sociales
actuales devienen actores centrales para el estudio de los
conflictos sociales actuales y para dirimir por dónde
abordar las relaciones de poder hoy en día. Éstos
visibilizan los conflictos propios de una sociedad global,
abstracta, desterritorializada y centrada en la
información. Los movimientos sociales
contemporáneos ponen de manifiesto que el desafío
actual tiende a estar vinculada a la lucha y resistencia de las
identidades locales frente a las fuerzas y tendencias globales y
globalizantes.

Castells nos dice que la condición
histórica y concreta de nuestras sociedades desmiente en
parte el mito
universalista de los racionalismos liberal y marxista. Cuanto
más abstracto se hace el poder de los flujos globales de
capital, tecnología e
información, más concretamente se afirma la
experiencia compartida en el territorio, en la historia, en la lengua, en la
religión
y, también, en la etnia. De este modo, la cuestión
central para entender los conflictos contemporáneos remite
precisamente a esta explosión de luchas distintas,
articuladas en torno a temas identitarios.

Para este autor, las dimensiones que instala la sociedad
red, llena de flujos abstractos y globales, de signos y
poderes basados en la inmediatez de la información, no
deja de producir conflictos con identidades locales, rebeldes y
atemorizadas ante el cambio, y las condiciones que impone para la
definición de uno mismo (individual y colectivamente).
Frente al poder, velocidad y globalidad de las redes de
información, los grupos en lucha muestran la necesidad de
una resistencia que no descuide el origen, lo concreto, lo
experiencial y lo local. Desde la reactivación del
nacionalismo,
a los movimientos de protección de costumbres y culturas
indígenas, hasta Al Qaeda, o el fundamentalismo
hindú, nos encontramos con multitud de ejemplos que ponen
de manifiesto que la identidad y su afirmación frente a
fuerzas despersonalizantes y globales son la superficie sobre el
que se dan las luchas y conflictos
contemporáneos.

De este modo, el conflicto en la sociedad red se
vislumbra como un conflicto en términos básicamente
de identidad. La lucha por la identidad, como bien, como recurso
y como posibilidad, por su valor y poder de afirmación,
constituye una de las luchas más importantes y una de las
fuentes de
problemas sociales más abundantes y uno de los temas que
sin duda tenemos que tener en cuenta para comprender los
conflictos emergentes en las sociedades cambiantes.

"En un mundo de flujos globales de riqueza, poder e
imágenes, la búsqueda de la
identidad –colectiva o individual, adscrita o construida-
deviene la fuente de significado principal para lo social"
(Castells, 1999: 108).

Los tiempos, pues, toman rumbos que indican que el
sentido de las luchas y conflictos contemporáneos derivan
directamente de este cambio
organizacional, estructural y relacional que posibilitan las
nuevas redes sociotécnicas. La globalización indiscriminada de productos e
identidades, los flujos temporales despersonalizados y
abstractos, la rapidez con la que se produce el cambio y la
dislocación, y lo que eso supone para modos de vida,
identidades o realidades particulares y locales, anticipa ya
algunos de los problemas típicos que emergen de estas
sociedades y algunas de las lógicas que debemos tener en
cuenta para comprender sus conflictos.

El futuro, pues, tal y como lo plantea Castells, pasa
primero por reconocer que dichos conflictos existen (reconocer
dichas luchas), por reconocer que tienen sus raíces en los
cambios sociotécnicos contemporáneos, y por
comprender que funcionan con unas lógicas concretas,
ajustadas a las nuevas condiciones para lo social, y que por lo
tanto demandan de soluciones
ajustadas a los actores, contextos y formas que le dan
sentido.

Los movimientos sociales juegan, como hemos visto, un
papel crucial para articular estas identidades y proyectar modos
de sociabilidad y de vivir en común que consigan hacer
frente y plantear alternativas viables a estos ejes de poder
actuales. Su acción además nos permite visualizar y
acotar los conflictos y dilemas de las sociedades actuales. De
ellos, y sus diagnósticos, hemos aprendido que los
conflictos sociales, debido a la mutación de las
condiciones y recursos propios sobre los que construimos nuestras
sociedades, se están transformando.

Éste es el escenario que dibujan tanto Castells
como Melucci. La necesidad acuciante de dar sentido a los flujos
globales de información, siempre cambiante, que atraviesan
ya nuestra vida cotidiana hace que sea precisamente esta tarea la
que esté en la raíz de los conflictos sociales
contemporáneos. Conflictos que no hacen más que
expresar las formas, lógicas, códigos y entuertos
que toman las relaciones de poder en una sociedad basada en la
producción de sentido y en la distribución,
posesión e intercambio de información.

De ello se deriva la importancia, según estos
autores, de atender a luchas protagonizadas por actores como son
los movimientos sociales y a causas que tienen que ver,
mayoritariamente, con la reivindicación de acceso y
capacidad autónoma de producción de significados e
identidades.

Como hemos visto, la lucha por la identidad, para
Melucci y Castells, no es más que la respuesta a esta
situación de anomia que padecen los contextos locales. Los
recursos contextuales, y forzosamente locales, que empleamos para
la constitución del sentido de nuestra identidad y del
mundo en el que vivimos, se muestran, cada vez más
ineficaces para hacernos participes de una sociedad tan compleja
como la nuestra. La información cambiante y global de las
redes socio-técnicas hace que dichos recursos aparezcan
obsoletos y sea necesario producir otros, de mucho mayor alcance,
con los que sea posible generar un marco de sentido para este
nueva contexto desterritorializado y volátil que es la
sociedad de la información. Este es, según los dos
autores que hemos trabajado, el conflicto sistémico propio
de la sociedad de la información y, por tanto, debe ser
también el objeto de análisis de cualquiera que
esté interesado en el estudio del conflicto y las
relaciones de poder en la actualidad.

Multitud de episodios y acontecimientos avisan ya de la
necesidad de buscar medidas políticas,
sociales, de gobierno y
solidaridad,
capaces de dar cuenta del gran vacío que crece entre
aquellos que disponen y acceden a unos recursos cada vez
más globalizados, y aquellos que, por el contrario,
sólo pueden participar de esa globalización como
espectadores, excluidos y condenados a una localidad
incómoda y
progresivamente vaciada de sentido. Comprender dichos
vacíos, con sus exclusiones y desigualdades derivadas;
comprender las lógicas de las relaciones de poder en una
sociedad informatizada e informacional nos será de gran
ayuda, no sólo para aproximarnos conceptualmente a la
mutación que vive lo social hoy en día, sino
también para intervenir decisivamente en su diseño
futuro.

En este sentido, las ciencias sociales tienen un
compromiso con la sociedad de la información que se
traduce en una necesidad de renovar las formas de ver, definir y
abordar lo social. Concretamente, la importancia que tienen las
transformaciones tecnológicas en la conformación y
transformación del tejido social, ha hecho que de un modo
cada vez más generalizado hayamos empezado a preocuparnos
por los efectos psicosociales de esta nueva configuración
socio-técnica que hemos llamado sociedad red.

Por lo tanto, las ciencias sociales pueden ser una pieza
clave que permita comprender parte del sentido y cauce que
están tomando las diferentes transformaciones sociales. Es
más, deben ser una pieza clave que nos permita comprender
el sentido y lógica de las relaciones sociales en los
entornos virtuales emergentes, los modos cómo determinados
colectivos se apropian de dichos medios, las condiciones que
generan y las lógicas que imperan en ellos. También
puede darnos la dimensión social y cultural necesaria para
comprender y explicar las repercusiones que dichas tendencias
globalizantes tienen para lo individual y psicológico.
Todos estos elementos pueden ser claves para entender el sentido
de los conflictos y problemáticas que emergen de dichos
cambios y de las dinámicas propias de una sociedad
informatizada e interconectada globalmente.

Resumiendo, pues, decir que el control y poder sobre la
identidad deviene una lucha crucial en una sociedad basada en el
signo y la información, tanto en el plano individual,
mediante los procesos de identificación e
individualización propios de las sociedades complejas
actuales, como en el plano social, mediante la necesidad de su
articulación a un plano colectivo. De hecho Melucci y
Castells nos dicen que lo verdaderamente interesante es su
articulación e interacción constante. Algo que, sin duda,
abre nuevos campos de estudio para las ciencias sociales,
así como acuciantes preguntas sobre la naturaleza y
consecuencias, tanto sociales como individuales, de los
conflictos propios de nuestras sociedades.

A todo ello hemos querido contribuir brevemente en esta
ponencia.

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Notas

· [1]
– Castells, M. (2001). "Internet y la sociedad red" Conferencia
inaugural del Programa de doctorado de la UOC. Extraída el
28 de Noviembre de
http://www.uoc.es/web/esp/articles/castells/castellsmain.html

· [2]
– Para ver más se puede consultar la obra del
sociólogo Zygmun Bauman (1998;: 2003).

· [3]
– Vease específicamente: Un manifiesto anticapitalista.
Barcelona: Crítica, 2003.


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Israel Rodríguez
Giralt

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